31/1/18

LLORO


La punción ha fallado a favor de mi sedación terminal, porque mis células han ganado la guerra a mi cuerpo. Lloro. 
El midazolam avanza por mis venas, remando con fuerzas y así, sólo me queda esperar a que pasen las horas que me llevan a mi descanso. Lloro. 
Escucho, sin lograr reconocer la voz, que alguien pregunta al médico que cuánto tiempo tardará en hacer efecto la medicación y él, suavemente, responde que yo mismo decidiré cuándo quiero irme, porque la medicina no va a influir a la hora de mi partida, solamente me ayudará a que sea más llevadero el proceso de convertirme en ese viajero que no mira atrás. Lloro.
Una enfermera le pide a todos los que están allí que tengan cuidado con lo que hablan, porque el paciente, o sea yo, iré perdiendo los pocos sentidos que me que quedan y el oído será el último que pierda. Por muy bonito que sea marcharte escuchando a tus seres queridos, no deja de ser una putada. Lloro.
Me pongo a pensar en lo que aún me quedaba por vivir. Yo quería ver la próxima película de Julia Roberts, escuchar lo nuevo de U2 y saber si por fin, las Spice Girls volvían a reunirse. Deduzco que algo bueno tiene que tener esto y fantaseo con que ahora, al menos, podré disfrutar de conciertos privados de Whitney, Bowie o Michael. Lloro.
Lloro porque no me puedo creer que en los últimos momentos esté pensando en cosas tan triviales, cuando tengo a mi lado a los míos, que seguro lo están pasando peor que yo.
No conoceré a mi nieta, ni veré a mi hija pequeña convertirse en una mujer, ni podré celebrar con mi mujer, como le prometí, nuestras bodas de plata. No viajaremos al Caribe y tampoco me despertaré junto a la persona que más he amado en esta vida. Echaré de menos sus besos de buenos días y sus abrazos nocturnos. Lloro.
No es a mí a quién le toca superar esta historia. Son ellos, los que se quedan, los que deben lidiar con su día a día sin mí y vencer lo que más nos cuesta vencer a los seres humanos, la ausencia de un ser querido. Yo estaré entretenido vigilándolos desde donde esté, mientras descubro nuevos lugares y nuevas experiencias, esperando, sin prisas, que se reúnan conmigo. Será ese el momento, cuando estemos nuevamente juntos, cuando habremos superado todo. Todo. Lloro.
Alguien me coge la mano y comienza a cantarme. Sólo puedo dejar rodar mis lágrimas desde mis ojos para que sepa que la estoy oyendo. Parece que se ha dado cuenta y le cuesta afinar su melodía porque está llorando. 
Pasan unos segundos y disfruto del momento.
Ya no lloro.
#HistoriasDeSuperación

2 comentarios: